La vulnerabilidad
Reconocer y conectar con nuestra vulnerabilidad determina la fuerza de nuestro valor
Todas sentimos la vulnerabilidad, la incertidumbre y el riesgo. La voluntad de reconocer y conectar con nuestra fragilidad determina la fuerza de nuestro valor y la claridad de nuestro propósito; nuestro miedo y nuestra desconexión determinan el grado en que nos protegemos de ser vulnerables.” — “El Poder de Ser Vulnerables” de Brene Brown
Inestabilidad, caos, incertidumbre, cambios de visión y rumbo, desconcierto… nos invitan a revisar, soltar, hilar fino. Todo es inestable y nos desafía a sostener nuestro sueño, a revisar nuestros planes, a adaptarnos, a interrogarnos, a elegir. Nos volvemos más sólidas, más fuertes, más íntegras, en la medida en que nuestra voluntad y valentía nos sostienen en medio de las tormentas.
Integremos un nuevo nivel de aprendizaje.
Éste es un tiempo de vínculo, para ir más profundo en las relaciones. Vínculos en armonía unificadora, a la búsqueda de respuestas y soluciones. Vínculos sanos y creativos: un nuevo territorio para transitar con prácticas de respeto a la vulnerabilidad compartida. El íntimo respeto al proceso propio y ajeno, camino de la co-creación.
Si somos capaces de pensar juntas, compartiendo «la Mente Maestra», experimentaremos el juego creativo compartido. Creando anclas de experiencias gozosas y sintiéndonos acompañadas en los momentos de duelo. Compartiendo, sanando, cocreando…
Co-crear es la magia de construir la realidad, aceptar que el Amor nos une con palabras que crean realidad. Este es el potencial de este ciclo que nos convoca al poder de la palabra creadora y a tejer juntas los sueños compartidos.
Cada vez más, los secretos salen a la luz para ser sanados, conectando con el dolor ajeno oculto detrás de las máscaras. Vivenciamos la tolerancia compasiva al toparnos con el espejo, que nos devuelve distorsiones y que nos separa de la otra. Todas anhelamos la unión profunda y verdadera de un corazón abierto y confiado. Y todas hemos encontrado los límites de las relaciones: frustraciones, dolor, incomprensión, traición, dificultad en entenderse y llegar a acuerdos… A veces hay un abismo entre lo que sentimos y lo que decimos. Otras veces lo que decimos no logra transmitir lo que sentimos. Necesitamos redes para conectar, redes de palabras y emociones sinceras que construyan ese vínculo.
A veces no estamos listas para hablar, nos falta confianza, valentía, compromiso. Quizá solo podemos poner límites ante lo que no nos gusta y esperar a que la verdad se abra paso. Decir no, reconociendo que necesitamos más tiempo, que nos hemos equivocado, que falta algo por sanar, antes de poder compartir.
En este proceso de sanación nos ayuda nuestro cuerpo, como canal de consciencia. Esta reconexión implica profundizar en nuestro viaje interno y conectar con el núcleo del trauma.
Hemos heredado la ira y otras emociones de madres, abuelas… Hemos crecido sintiendo celos, rechazo, abandono, humillación, soledad; invalidadas, confundidas y perdidas por no sentir la mirada de reconocimiento y valorización que nuestra alma anhela. La lealtad inconsciente a alguna de nuestras progenitoras es la semilla de nuestros miedos e inseguridades.
Dejar de ser complacientes, dejar de agradar, dejar de ser buenas, nos aterroriza, por miedo a no ser amadas o aceptadas siendo como realmente somos. Ésta es la dificultad de ser auténticas: entender que para «ser» hemos de atravesar momentos de vacío y disolución. Traspasar el umbral de la muerte y mostrarnos tal cual somos y estamos, de una manera auténtica, con honestidad.
Toca desprogramar las creencias que nos dicen que hay que encubrir, tapar, disfrazar, disimular lo que verdaderamente somos, y nombrar sin culpa ni vergüenza lo que sentimos. Y descubrimos que nos hace daño el trauma, las emociones que despierta, y el hábito de tener que esconderlas, pues roba nuestra energía vital, además de perpetuar el ciclo de repetición.
El proceso mental es la primera parte del proceso de cambio. La siguiente parte, importante para manifestar el cambio que soñamos en el proceso de sanación, es entrar en nuestro cuerpo para volver a sentir, para recordar. El cuerpo es el templo de la consciencia y de la transformación. El más fácil estar “arriba”, en la mente, observando nuestro dolor, sin realmente comprometernos a moverlo y sacarlo de dentro.
Reconocer el trauma, respirarlo, llorarlo, y sostener el dolor de esa parte herida, es el trabajo para recuperar nuestra energía creativa y sanar
Sí, siento envidia; sí, tengo miedo; sí siento ganas de vengarme; sí reconozco mi ira; sí reconozco mi dureza, mis juicios y críticas. Os veo y os sostengo sin huir: ¿qué necesitas de mí? ¿qué necesito de ti? ¿cuál es la situación real? ¿cómo puedo ver/sentir desde otra perspectiva? ¿para qué me llega esta información?
Si reconocemos y abrazamos estas emociones, en vez de reprimirlas, pierden su poder sobre nosotras. Las bajamos al cuerpo, las respiramos, sentimos cómo abren espacio para que lo que late vulnerable y tierno detrás, pueda salir. Estando presentes, sin avergonzarnos ni de lo que somos ni de nuestra historia, sin huir, sin tapar, con compromiso y responsabilidad, sin juicio, atendiendo lo que surge con amor y cuidado. Maternando y paternando a nuestra niña interior.
El cuerpo se libera, más dispuesto al disfrute, más saludable. El cuerpo grita a través del síntoma y el dolor, para que movamos la energía, para que nombremos lo oculto, para que nos responsabilicemos.
Compartir la profundidad de nuestro proceso de transformación en redes que nos apoyen incondicionalmente. Redes y vínculos en los que el espejo de nuestra luz y nuestra sombra cohabiten sin que hayan críticas, sólo la aceptación del proceso compartido y honrado.
La dificultad en las relaciones está en las proyecciones. En la medida que esta danza interna del dolor es reconocido, sostenido y acogido con amor, podemos sanar. Ahí no necesitaremos el espejo de la otra para conectar con nuestro dolor, frustración o insatisfacción.
El diablo y el ángel, la bella y la bestia. La conciencia de que somos todo nos ayuda a liberarnos de los roles de ser buenas o malas, la sombra y la luz. Cada una es responsable de esta danza interna.
El pasado invisibilizado emerge en forma de resentimiento, enfado, impotencia, sentimientos reprimidos, miedo a hablar, miedo a compartir un territorio inseguro, a no sentirnos vistas ni respetadas. Nos sentimos ofendidas, abusadas. Callamos nuestros verdaderos sentimientos, cuando hay que estar atentas a los detonantes que abren la puerta a la verdad oculta, a algo que no quiere cambiar, a un pasado herido que ocupa el espacio del gozo, del juego, de la ligereza en el vínculo. Y estar atentas a la violencia sutil: ¿Quién no nos escucha? ¿Quién no nos respeta? ¿Qué petición no es escuchada? Es tiempo de fortalecer el auto-cuidado y establecer límites.
Reconocernos en el mismo camino, nos invita a ser capaces de decir: te veo, te reconozco, y te honro más allá de nuestras diferencias, más allá de lo que hagas o dejes de hacer, aunque no estemos de acuerdo. Te respeto y te acompaño en tu camino, aunque sea diferente al mío. Respeto el lugar en el que estás, amo lo que eres y como eres.
Gracias por ser. Gracias por estar y también gracias por no estar, porque me permites echarte de menos. No necesito tu atención para estar bien, solo aprecio tu existencia, como extensión de la mía. Te valoro, valoro nuestro vínculo y me disculpo por mi torpeza.
Caminamos juntas aunque por ahora parezca que estamos separadas. Caminamos juntas cada vez más cerca. Quiero co-crear contigo.
Fuente: lunadeabril.com